En nuestra civilización, históricamente, al ocio se le ha reservado un papel secundario, periférico, de respuesta al aburrimiento, poco menos que una manera de ocupar el tiempo libre.
Sin embargo, en la actualidad, el ocio tiene un papel de enorme trascendencia, que lo ha convertido en un elemento indispensable para entender el mundo del siglo XXI, que se manifiesta en nuestras vidas de muchas y diversas formas: el turismo, las actividades deportivas, los juegos de azar, el cine, el teatro, la lectura, la música, la pintura, la fotografía, la televisión, las fiestas, el voluntariado, el ocio digital, etc. La lista es interminable.
Aunque la sociedad en la que estamos inmersos nos vende un ocio fundamentalmente superficial, de consumo, sustentado en el derroche, el exceso, los bajos instintos y el placer; no deberíamos dejar de cuidar los ingredientes que convierten al ocio en una experiencia humana básica, y en un resorte de enorme potencial como fuente de crecimiento personal, generador de satisfacción y felicidad.
En este escenario, cobra especial importancia el papel de las instituciones educativas que, además de contribuir a la adquisición de las competencias académicas y profesionales necesarias para que el estudiante efectúe el transito hacia su pleno desarrollo como persona, ciudadano y profesional, debería enseñar a sus alumnos a vivir su ocio, proporcionándoles recursos que les permitan aprovechar el tiempo libre desde un punto de vista enriquecedor.
Para alcanzar ese objetivo, entre otras muchas medidas, las instituciones educativas deberían proporcionar a los estudiantes una oferta de ocio que se alejara del mero “pasar el rato”, y transformara las actividades vinculadas al tiempo libre en experiencias satisfactorias y enriquecedoras, centradas en las siguientes esferas:
- Cultural: fomentando el conocimiento del patrimonio en sus distintas manifestaciones, el disfrute de las actividades y espectáculos de difusión cultural, y la intervención en los procesos de creación.
- Deportiva: promoviendo la participación de los estudiantes en actividades deportivas, tanto de forma activa (a título individual como colectivo), como de forma pasiva, en calidad de espectadores.
- Recreativa: utilizando los recursos que ofrece el entorno urbano y natural en los que se enmarca la Institución.
- Turística: Impulsando el turismo como herramienta para el conocimiento del patrimonio, las costumbres, la identidad y la historia del hombre a través del tiempo.
- Formación complementaria: animando a la participación de los estudiantes en cursos y seminarios que completen su formación académica.
- Acción social: potenciando la participación de los estudiantes en las actividades de voluntariado.
Completando esta breve reflexión, indicar que para articular la oferta de ocio es necesario que la institución educativa defina una estrategia que emplee todos los servicios, actividades, equipamientos (tanto físicos como tecnológicos) e infraestructuras que la propia organización pone a disposición de los estudiantes como complemento a la actividad académica; así como el conjunto de servicios, actividades y recursos no institucionales del contexto en el que está enmarcada la propia institución.
Bibliografía
Cuenca J. (2008). El ocio líquido. Un nuevo paradigma de experiencia. Documentos de Estudios de Ocio núm. 35. Deusto.
Mendez R.M. (2010). El tiempo libre o de ocio en la universidad: un perfil de estudiante y una responsabilidad formativa. Innovación Educativa, nº 20.