“Lo que suele llamarse ociosidad, que no consiste en no hacer nada, sino en hacer mucho de lo que no está reconocido en los formularios dogmáticos de la clase dominante; tiene derecho a mantener su posición al igual que la industriosidad” (Stevenson, Apología del ocio, 1876). En esos términos se expresaba el autor escoces Robert Louis Stevenson, tratando de exponer los beneficios del ocio y el disfrute, frente al trabajo y la laboriosidad. Pensamiento polémico a oídos de sus contemporáneos, en una etapa de la historia en la que el tiempo libre estaba destinado a ser un descanso conducente a la recuperación de la fuerza tras el trabajo.
Y como ha cambiado el cuento desde entonces. En pleno siglo XXI el ocio tiene un valor y una importancia que nadie podía imaginar cuando Stevenson escribió ese ensayo. Hoy el ocio es un pilar central de los cimientos que sostienen a nuestra sociedad.
Para poder entender el extraordinario cambio que se ha producido desde entonces en la valoración social del ocio, tenemos que analizar en primer lugar los elementos que han sostenido el incremento constante del tiempo libre a lo largo del siglo XX, que podemos concentrar en:
- Las conquistas sociales alcanzadas por los trabajadores, limitando la duración de las jornadas de trabajo, el descanso semanal, disponer de vacaciones pagadas, etc.
- El progreso tecnológico en una doble vertiente:
- La adopción de tecnologías domésticas, que ha permitido reducir de forma drástica el tiempo destinado a las tareas del hogar.
- Los avances producidos en el ámbito sanitario, que han elevado notablemente la esperanza y calidad de vida.
El crecimiento del tiempo libre disponible que acompaña a los procesos descritos, junto con el nivel de bienestar alcanzado por las sociedades occidentales desde mediados del siglo XX y la transformación de los valores sociales, nos ayudan a explicar hoy el papel protagonista que tiene el ocio en nuestras vidas.
Hoy el ocio se considera un derecho humano básico equiparable a la educación, el trabajo o la salud (en palabras de la World Leisure & Recreation Association), y es una herramienta de enorme potencial como generadora de experiencias que aportan satisfacción y felicidad a la persona. La trascendencia que ha adquirido el ocio hace necesario cuidar la calidad del mismo y de los elementos que lo configuran para aprovechar al máximo su potencial como factor del desarrollo humano en sus múltiples facetas (personal, familiar o laboral).
Por último, hay que poner en valor la importancia que en nuestros días han adquirido las TIC en el mundo del ocio al convertirse en soporte de los productos y servicios que integran la oferta destinada al tiempo libre, y permitir ajustar las experiencias de ocio a las preferencias, expectativas y posibilidades de los individuos de una forma cada vez más personalizada.
Como conclusión final, contemplando el peso que está adquiriendo el ocio en las sociedades del siglo XXI, se hace necesario afrontar, sin dilación, una profunda reflexión acerca de la experiencia del ocio y sus efectos en la vida individual y social del ser humano.
Bibliografía: Cuenca J. (2008). El ocio líquido. Un nuevo paradigma de experiencia. Documentos de Estudios de Ocio núm. 35. Deusto.